Después de 2 años sin verse tropezaron en el aeropuerto, ella llevaba las mismas botas de siempre, descuidadas y muy usadas, vestía jeans y franelilla blanca. Como de costumbre viajaba de bolso mochilero, el cabello semirecogido, la cara lavada y un café expreso enorme en sus manos. Él en cambio se veía mucho más serio, ya no llevaba gorra ni franela, lucía una sobria camisa de rayas azul claro y una maleta de cuero, sin embargo aún cargaba con esa mirada llena de tristeza.
Ella no pudo disimular y seguir de largo, le sorprendió que a pesar de verse completamente diferente sus ojos color miel mantuvieran esa soledad distintiva. Ambos al chocar se miraron a los ojos, fue imposible ocultar el sobresalto, él solo pudo responder con una mueca de desprecio cargada de resentimiento. Ella, por su parte, fue incapaz de evitarlo y con una sonrisa forzada le dijo:
-Cómo estas? -Preguntó completamente tiesa y con un temor enorme a no recibir respuesta.
-Bien! -Contestó él en medio de un suspiro retenido-.
Ambos se quedaron en silencio el tiempo suficiente como para que él recordara su risa loca y revuelta, sus sueños de recorrer por carretera todo el país, sus canciones y sobretodo sus caras de molestia. Ella en cambio solo pudo pensar en la imposibilidad de volar a su lado, en el grillete que sus miedos le transmitían y en como ella hacia hasta lo imposible por hacerlo soñar. Allí, en su mueca de desprecio revivió su egoísmo y volvió a sentir asco y repugnancia ante todas sus agresiones.
-Justo iba por un expreso ¿Donde conseguiste ese? -dijo como si nada intentando sonreír-.
-Al fondo a la derecha hay una cafetería -Afirmó ella señalando con su brazo izquierdo el final del pasillo. Justo en ese momento se rompió el hielo-.
-Te tatuaste! - exclamó él con asombro y un poco más relajado y arqueando sus cejas-
-Si! después de tanto me atreví! Me lo hice hace unos seis meses, mi mamá entró en crisis, tenías que ver su cara -dijo ella desordenando su cabello con un sobre salto que después de tanto rencor los colocó frente a frente.
En el fondo ella solo estaba presumiendo su antebrazo. Él lo notó y por fin mostró una sonrisa sincera.
-Parece que tenías que alejarte de mí para que todo lo bueno en tu vida comenzara a fluir -dijo él con nostalgia-
Ella solo pudo responder con un suspiro, en ese momento recordó su severidad. Allí confirmó que en la historia de ambos no había víctima ni victimarios. Quizá por eso le gustó, quizá por eso quiso dejarlo así.
- Tengo que irme -dijo ella mirándole firmemente- me hubiese gustado perder.
Que la duda sea nuestro mejor recurso estético!
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