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ESTACIÓN CENTRAL



Al poner un pie en la ciudad Lorena fue a comprar frutas y verduras para llevar a casa, de allí optó por tomar un taxi a casa y al pasar por la panadería contigua a la Estación Central  vio un alboroto, en eso sonó su teléfono.

-Si Andrea ya estoy llegando al edificio pero te confieso –contestó- no quiero ni pasar, estoy tan molesta, le han llegado todos mis mensajes y ha sido incapaz de leerme o escuchar un voice –y mientras bajaba del auto y entraba al edificio Andrea le respondió -Calma amiga te van a escuchar tus vecinos -¡Ya ni me importa Andre! ¡5 años! 5 años soportando esto. ¡Que se entere todo el mundo! porque además, si está en la casa ¡lo mato!   -Ay por dios amiga ese idiota no se merece ni uno solo de tus shows. –¡No banalices mi pena! ¡bruja! jajajaja Ya estoy en mi piso, déjame sacar las llaves. –¡Chaíto amiga! por favor cálmate que te va dar un infarto y la muerta vas a ser tú! ¡Besitos!

¡Idiota! -susurró Lorena suspirando mientras metía la llave en la cerradura y notó que no tenía seguro- Voy a tener que enfrentarlo –pensó- y al abrir poco a poco la puerta sus narices y boca se impregnaron de un olor asqueroso, pero no fue sino hasta que entró por completo que lo vio. -¡Gustavo! ¿Qué hiciste? -Gritó consternada y como por reflejo tiró las frutas al piso –Lorena quiere romper a llorar, quiere volver a gritar, pero no puede, su cuerpo está entumecido, sus manos están heladas y solo sirven para tapar su boca y sus ojos se encuentran secos, tan secos que comienzan a picarle y no puede mover sus manos para rascarlos. Intenta una y otra vez hablar, mover sus brazos, llorar, hacer algo, pero no puede. Él sigue allí, colgado, hinchado, morado casi negro.

Su rostro fue el más afectado por el efecto de la soga al cuello, sus mejillas se ven abultadas y sus labios tan grandes que se han roto, de ellos salen gusanos. Sus ojos, abiertos pero desinflados han cambiado de un café claro a uno un poco más oscuro. No está descabezado solo porque el cuerpo al perder la compostura terminó por apoyarse en el sillón. Lorena percibe que esa sala está vacía y eso le da la valentía para notar que puede flexionar sus rodillas, se atreve, da dos pasos al frente, uno a su lado izquierdo y gira hacia atrás, hacia la puerta que aún está abierta y sale corriendo por las escaleras del edificio con sus ojos secos, su garganta tiesa y sus dos manos tapando su boca. Golpeando a todo lo que le rodea con los codos.

Ya en la avenida advierte que recobró la sensibilidad en los brazos, los baja y modera el ritmo de su paso y así, en automático y sin pensar baja las escaleras que la conducen hacia la Estación Central del sistema subterráneo de transporte de la ciudad. -¡Lorena! ¿Qué haces aquí como si estuvieras en medio de la nada?- preguntó Miguel tomando su antebrazo izquierdo y sacudiéndola- ¿Estas bien? –insistió él- Y ella por la impresión de encontrárselo, se despertó de golpe. -¿Qué te pasó? -preguntó Gustavo quitándose las sábanas y despertando junto a Lorena.- Ay dios mío estás bien -Dijo Lorena abrazándolo y besándolo- ¡Estás vivo! ¡Mírate! –Exclamó llenando sus ojos de lágrimas -¡Sí! jajajaja no sufras por mi cariño -le contestó lleno de sátira- ¡Qué ingrato que eres! –Dijo ella jamaqueando su brazo y acostándose sobre él- Hierba mala nunca muere mi niña –afirmó Gustavo abrazando el brazo de ella al suyo- Mañana tenemos que estar temprano en el registro, descansa.

Cuando despertaron el desayuno transcurrió como de costumbre, él no tomaba café y le encantaban los huevos fritos. A ella por su parte le gustaban los huevos revueltos y tomaba al menos 3 tazas de café en las mañanas. Él aprovechaba el tiempo que ella usaba en maquillarse en hacer ejercicios. Él de pantalón tipo militar verde cargado de bolsillos y franela blanca, ella con zapatillas negras y un vestido tipo coctel vino tinto. ¿Qué nos juntó Gustavo? –Preguntó Lorena cuando iban saliendo del edificio mirándole de arriba abajo -No lo sé Lorena... es raro lo que nos está pasando, es una muerte lenta y cariñosa –Deja de poner ejemplos con muertos –replicó- jajaja ¿enserio? Fue solo un sueño, me quiero demasiado como para suicidarme– a veces siento que somos la versión urbana de la dama y el vagabundo –dijo ella cruzando sus brazos y caminando con las piernas extendidas– ¿Tú crees?- contestó él llevándose un bollo de pan a la boca que sacó de uno de los bolsillos -¿No acabamos de comer? -¿Y eso que tiene que ver? –Que es de mala educación comer en la calle –respondió ella levantando sus cejas y él aprovechó la ocasión para adelantar su paso e ir caminando al revés y con sarcasmo disfrutaba su pan en la cara de Lorena- ¡Bonito Gustavo! ¡Bonito! te vas a caer por desobediente –Jajajaja desobediente jajajaja ¿por qué eres tan gruñona?- dijo girándose para caminar derecho y bajar las escaleras de la Estación Central. –Oye espera, creo que Andrea está llamando, déjame ver y ella agachó su cabeza para buscar el aparato en la cartera –Mientras en la panadería contigua a la estación, un ladrón, huyendo del mar de gente que se disponía a golpearlo disparó a todo lo que le impedía continuar su entrada, entre los obstáculos se encontraba Gustavo.

-¡Gustavo! ¡Una ambulancia! ¡Ay dios mío no puede ser! ¡Una ambulancia! –Rogaba a la multitud- Lo tenía en sus brazos y esta vez estaba pálido, lleno de sangre, como más delgado, sin color, sin vida y con ella está gritando y llorando a toda la ciudad sobre él. Al alzar la mirada recordó el sueño ¿será que si bajo me encontraré de nuevo a Miguel? Gustavo ya no está aquí –pensó mirándole- Y de golpe le preguntó con entusiasmo al panadero que la acompañaba -¿La policía vendrá verdad? –Sí contestó el hombre asombrado más que por la pregunta, por la forma tan rápida en que ella se levantó del piso y recompuso. –Ya vuelto- respondió bajando las escaleras de la Estación con mucha prisa.

 -¿Dónde estás? -dijo ya abajo como si Miguel pudiera escucharla- era la segunda vez que estaba allí con Gustavo muerto arriba, pero esta segunda oportunidad le permitió detallar la estación. A oscura gracias al robo de los bombillos de las lámparas, llena de telarañas por la ausencia de un personal de limpieza, con colas enormes en la boletería porque era el único medio de transporte accesible a todos en la cuidad. Entrar allí era como ir a pedir cita a la muerte.

Moviéndose entre la gente, gira su cabeza de un lado a otro, camina, se pone de puntitas y alza el mentón, una y otra vez sin conseguir resultados. Comienza a resignarse, pero al bajar el rostro, al final y al fondo, sentado en un banco de concreto a la salida del cuarto de aseo, está Miguel revisando su teléfono. Va corriendo y en el acto él la reconoce y se acerca al mismo ritmo ¿Qué pasó? –Dijeron ambos a coro frente a frente sosteniendo el uno al otro por el ante brazo- ¿Por qué lloras Lorena? –No lo sé –contestó ella rompiéndose- ayer soñé –interrumpió Miguel acercándose- que te encontré aquí después de una tragedia en casa, hoy todo se cumplió y vine aquí -me pasó igual –contestó ella- Gustavo está allá arriba muerto –Bueno Lorena, deberías agradecerlo, eso no es tan trágico después de todo -respondió Miguel levantando sus hombros y arqueando sus labios –Lo sé –dijo ella secándose las lágrimas- pero en serio me impactó que lo asesinarán así como un perro apedreado en una plaza. –Entonces ¿por qué bajaste aquí? –Preguntó viéndole- Sentí como que si tuviera que venir a encontrar un mensaje acá abajo –respondió sin poder mirarle a los ojos- ¡Qué curioso! –Exclamó él- yo sentí en cambio que tenía que venir a buscarte –y alejándose y llevando sus manos a los bolsillos de su suéter negro, sentenció, bajando su barbilla con un hondo suspiro- yo acabo de ajusticiar a mi madre. -¿Qué? –Preguntó Lorena sorprendida - Eres un asesino... –dijo casi sin aire, llevándose una mano a la cintura y con la otra tapando su boca- y él solo pudo acercarse con violencia frunciendo el ceño y entre sus dientes y mirando antes hacia los lados le contestó fijando los ojos en su rostro – ¿Sabes lo que es tener a tu madre tirada en una cama con cáncer terminal agonizando? –y ella solo podía ver como se le marcaban las venas del cuello y como su cara se llenaba se rojo- ¿Sabes lo que es verla allí en un cuerpo sin vida pidiendo morir? –Le volvió a preguntar Miguel llevando sus manos al pecho- ¿Has visto alguna vez un cuerpo muerto con alguien vivo allí dentro? –y al él decir esto Lorena entendió cuál era su destino y con la misma prisa con que ingresó a la Estación Central salió corriendo, se percató que ya habían recogido el cuerpo de Gustavo y se tomó la molestia de contestar el teléfono.

-¡Amiga! ¿Tú dónde andas metida? Acá todos esperan verte, ya se llevan a Gustavo para el cementerio y tú no apareces por todo esto. -¿Para qué Andrea? Hay algo que es evidente, allí está un cuerpo, pero hace rato que  dentro de ese esqueleto no está el sujeto a quien yo quiero.




Gracias por leer a Clara la del Ómnibus hasta aquí! recordemos siempre que equivocarse es un derecho humano. 

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