Una vez en terapia le confesé a mi analista que para mí no había peor cosa que una hoja en blanco, que podía leer muchísimo e incluso más de lo que los profesores recomendaban en clases pero me estancaba al momento de escribir. En esa sesión llegué a la conclusión de que no escribía porque no quería leerme, que era una experta interpretando las teorías, aciertos y desaciertos de otros pero incapaz de siquiera escucharme. Puede parecer un capricho tonto, pero ya se había tornado en un problema, él me recomendó escribir para escuchar a esa “niñita” que yo llamaba tonta. No le hice caso sino hasta 3 años después. Esta semana me encontré a mi profesor de literatura del liceo en una camionetica y juntos conversamos de la nueva onda de escritores vía wattpad, sacó su lectura de turno y leyó unos párrafos en los que el autor declaraba que él no escribía por escribir, que se oponía a la vanidad de una gloria barata. Afirmaba que el oficio de escritor requería...
Soy jardinera de mis dilemas, la duda es mi mejor recurso estético